La situación de las empresas agrícolas está marcada por dos principales preocupaciones: las complicaciones derivadas de la humedad en la cosecha gruesa y las expectativas respecto a las cotizaciones de los granos para la nueva campaña.
Según el análisis de la consultora de negocios agrícolas Zorraquin + Meneses, la recolección de la cosecha gruesa enfrenta numerosos desafíos. Las lluvias y los paros laborales han retrasado el proceso, generando incertidumbre. Aunque se prevé que el clima mejorará en las próximas dos semanas, permitiendo avanzar con las labores, los excesos hídricos en ciertas zonas han afectado la calidad de la cosecha y aumentado las pérdidas. Este es un período crítico en el que se deben cumplir vencimientos de canjes, arrendamientos y pagos de insumos, lo cual presiona las finanzas de las empresas y complica la toma de decisiones.
Para la nueva campaña, la suba en las cotizaciones del trigo y la soja ha mejorado las expectativas de rentabilidad, especialmente para los modelos que integran estos cultivos en su portafolio. Sin embargo, el valor de los arrendamientos no ha mostrado cambios significativos en comparación con la campaña anterior, manteniéndose en niveles similares cuando se expresan en quintales de soja por hectárea.
En cuanto a los insumos, a excepción de la urea, los precios han disminuido pero no tanto como esperaban los productores. Sin embargo, han surgido condiciones de pago a cosecha más favorables, tanto financieras como de canje, lo cual puede compensar en parte las bajas de precios no tan marcadas. Los distribuidores y agronomías han experimentado un retraso en sus ventas, pero la reciente suba en las cotizaciones de granos podría mejorar esta situación.
Finalmente, existe incertidumbre sobre cómo manejar el efecto “chicharrita” para la próxima campaña. La decisión de mantener o reducir el área de maíz sigue siendo una incógnita importante. Lo mismo aplica al girasol, cuya falta de recuperación de precios ha resultado en una de las ventas de semilla de precampaña más bajas de los últimos años.
En resumen, las empresas agrícolas deben enfrentar complicaciones climáticas y financieras inmediatas mientras ajustan sus estrategias para la nueva campaña, buscando equilibrar rentabilidad y riesgos en un entorno de alta incertidumbre.